Análisis de la obra

Este relato está lleno de emoción en cada página, sin embargo, queremos resaltar la escena donde el doctor niega sus servicios para ayudar a hombre mal heridos. Este acontecimiento lo condena a su eterno encierro, por miedo a que el pueblo tome represarías. Como se muestra en la obra de García (1955) a continuación:

Ahora me doy cuenta de que el alcalde comparte los rencores del pueblo. 

Es un sentimiento alimentado durante diez años, desde aquella noche borrascosa 

en que trajeron los heridos a la puerta y le gritaron (porque no abrió; habló 

desde adentro); le gritaron: 

«Doctor, atienda a estos heridos que ya los otros médicos no dan abasto», y todavía 

sin abrir (porque la puerta permaneció cerrada, los heridos acostados frente a ella): 

«Usted es el único médico que nos queda. Tiene que hacer una obra de caridad»; y 

él respondió (y tampoco entonces se abrió la puerta), imaginado por la turbamulta 

en la mitad de la sala, la lámpara en alto, iluminados los duros ojos amarillos: «Se

me olvidó todo lo que sabía de eso. Llévenlos a otra parte», y siguió (porque desde 

entonces la puerta no se abrió jamás) con la puerta  cerrada mientras el rencor 

crecía, se ramificaba, se convertía en una virulencia colectiva, que no daría tregua a 

Macondo en el resto de su vida para que en cada oído siguiera retumbando la 

sentencia —gritada esa noche— que condenó al doctor a pudrirse detrás de estas 

paredes. Transcurrieron todavía diez años sin que bebiera el agua del pueblo, 

acosado por el temor de que estuviera envenenada; alimentándose con las legumbres

que él y su concubina india sembraban en el patio. Ahora el pueblo siente llegar la 

hora de negarle la piedad que él negó al pueblo hace diez años.



Referencias bibliográficas

García, G. (1955). La hojarascagarcia marquez, gabriel - la hojarasca (url.edu.gt)

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